Foto: Mariela Castañón. Wendy Higueros ayuda a otros jóvenes en situación de calle y es parte de Mojoca.
Por Mariela Castañón
Wendy Higueros vivió cinco años en situación de calle. De niña sufrió maltrato por parte de su mamá, también fue víctima de violación sexual cuando tenía 12 años. Hoy cree firmemente en la juventud en situación de calle y trabaja por ellos en el Movimiento Jóvenes de la Calle (Mojoca).
Es martes. Un grupo de jóvenes se encuentra en diferentes oficios dentro de Mojoca, ubicado en la zona 1. Son chicos de 18 a 26 años que viven en la calle, pero que pretenden rehabilitarse. Wendy está junto a ellos. Hace una pausa y nos atiende en una de las oficinas administrativas.
En al menos tres horas que permanecemos en Mojoca hay una escena: Wendy abraza a una joven de 20 años que vive en situación de calle y llora por un recuerdo de su infancia. Wendy la ve fijamente a los ojos y le reitera que todo lo que le ha pasado de niña no es su culpa, pero que hoy puede decidir su futuro al dejar las calles. La jovencita también la abraza. Se despiden y Wendy le recuerda que debe perseverar y asistir para que poco a poco deje las adicciones. Adentro hay una norma interna: Nadie puede consumir ninguna droga, porque lo que buscan es evitar las adicciones.
Una niñez marcada por el maltrato
Wendy es la segunda de seis hermanos. En su infancia vivía en un hogar donde su mamá debía tortear, lavar ropa, comprar y vender papel y botellas para alimentar a su familia. Aunque la precariedad ya era un motivo de dificultad para sobrevivir, se sumó otro problema, su mamá se unió a un hombre alcohólico y violento, que intentó abusar sexualmente de Wendy.
Los temores y miedos se reflejaban en el comportamiento de Wendy, quien se orinaba en la cama cuando tenía 10 años; su madre la castigaba, la amarraba y le dejaba cerca una bacinica para que no volviera a mojar sus sábanas.
En una ocasión Wendy no había lavado los trastes, cuando su mamá regresó del trabajo, se enojó. La mandó al mercado La Terminal a comprar cabezas de pescado para la venta. Ese día había una huelga y no estaba circulando el transporte público, eran las 6 de la tarde. De regreso, Wendy se subió a un picop junto a otras personas, pero cuando se bajó un hombre que desconoce si venía en el mismo vehículo que ella, la obligó a irse con él en un área abandonada del Cenma y la violó, cuando ella le contó lo que le había sucedido a su mamá, le indicó “Ya no servís para nada”.
Estas y otras situaciones provocaron que Wendy abandonara su casa y se fuera a vivir con una amiga; después se quedó en situación de calle. De los 13 a los 18 años Wendy vivió en la 18 calle de la zona 1, donde aprendió a sobrevivir, a consumir marihuana y oler pegamento.
Wendy también estuvo detenida y fue institucionalizada en hogares. A los 17 años, Wendy conoció la Asociación “Solo para Mujeres”, liderada por Betty de Rueda, una mujer ecuatoriana que la ayudó a salir de las calles y a quien Wendy considera “su mamá” porque fue su guía.
Salió de las calles
Wendy tuvo dos hijos y una hija. En su primer embarazo reflexionó sobre la vida que podría tener su hijo en la calle y esa fue la motivación para dejar las adicciones y prepararse; se graduó de cultora de belleza y también continúa recibiendo atención psicológica.
“A los 17 años me embaracé de mi primer hijo y fue ahí donde cambié mi vida. Fue cuando dije no más calle, no más drogas. Yo no quiero que mi hijo sufra lo que yo viví”, resume la entrevistada.
Wendy y sus hijos fueron beneficiarios de los programas de apoyo del Movimiento Jóvenes de la Calle, lo que también le permitió alcanzar su rehabilitación.
En el año 2011 Wendy empezó a trabajar como asesora en Mojoca donde estuvo dos años; se retiró para trabajar en otra organización social, pero en 2016 regresó a Mojoca donde permanece laborando como coordinadora de Equipo de Calle y en visitas a las cárceles.
“Trabajo en esto, en lo que amo, es un privilegio para mí estar aquí. Los jóvenes pueden hacer todo lo que quieran, a uno de niño le dañan la mente, le arrebatan lo bueno. A nosotros nos cuesta creer que podemos. Aquí hay gente valiosa, productiva. Estas creaturas son valiosas y solo está en que ellos se lo crean, deben confiar. Yo confío en ellos”.
Wendy retomó su formación académica, estudió por madurez la primaria, secundaria y diversificado. Actualmente cursa el tercer semestre de Psicología en una universidad privada.