Educar para el éxito en libertad
La importancia de la educación formal en el proceso de rehabilitación de los privados de libertad
Por Corinne Dedik
Hay unas 25 mil personas en las cárceles guatemaltecas. Casi la mitad de ellas aún está esperando su sentencia en prisión preventiva, el resto ya está cumpliendo su sentencia en algún centro destinado a este fin.
¿Qué hacen durante los meses o hasta años que deben estar encerrados en una prisión? El propósito del Sistema Penitenciario es, aparte de resguardar a las personas, proporcionar condiciones y servicios para la rehabilitación y reinserción. Esto significa que la institución debe facilitar atención a cada persona, para que la misma pueda poner su vida en orden y lograr mejores posibilidades de encontrar un trabajo al salir en libertad.
¿Cómo se logra generar mejores perspectivas para encontrar un trabajo al salir de la cárcel? Eso es una pregunta compleja, ya que el empleo no abunda en el país. Solo una de cada tres personas de la población económicamente activa obtiene un trabajo formal, y hay muchas personas con excelente preparación que no logran conseguir un puesto.
¿Cómo pueden entonces los reclusos mejorar sus capacidades para competir en el mercado laboral? Definitivamente, entre otros, con una mejor educación escolar. El promedio de estudio en Guatemala es de 6to primaria[1]; a continuación, la escolaridad de la población reclusa[2]: el 10% no ha terminado sus estudios de primaria, el 46% ha concluido la educación primaria, el 42% se graduó del nivel medio y el 2% cuenta con estudios universitarios. El nivel de educación es similar entre hombres y mujeres, destaca que un mayor porcentaje de mujeres cuenta con educación a nivel secundaria. Pero las cifras también hacen visibles, que más del 50% de los internos no cuenta con una educación más allá de la primaria.
¿Cómo se comparan los niveles educativos de la población penitenciaria con los de la población general? En la gráfica siguiente se puede ver que ambos poseen una escolaridad similar:
Estos datos revelan dos aspectos interesantes: 1. Contrario a la percepción generalizada de que las personas recluidas cuentan con menor escolaridad que la población general, los dos grupos poseen educación escolar similar, y 2. Más de la mitad de los privados de libertad cuenta únicamente con educación primaria o no la ha concluido aún.
Actualmente existen programas de educación formal en los distintos centros, sin embargo, no se dan abasto y se concentran mayormente en educación primaria y secundaria. Si el Sistema Penitenciario prestara mayor importancia al tema de la rehabilitación y reforzara los programas de educación formal, para que no solo un 13% de los reclusos cursen estudios formales como actualmente, sino que todos pudieran participar en actividades académicas acorde a su nivel, los privados de libertad no solo usarían su tiempo de manera productiva en una actividad de aprendizaje, sino también mejorarían sus competencias para competir a futuro en el mercado laboral, superando los niveles de escolaridad promedia del país. Educando a las personas para que estas puedan tener éxito en libertad debería ser una de las metas principales del Sistema Penitenciario, porque lo que todos queremos, es que las personas que salgan de un centro de detención ya no vuelvan a delinquir.
[1] PNUD, Informe Nacional de Desarrollo Humano Guatemala, dato actualizado a 2014.
[2] Datos Dirección General del SP, 17 de sept. 2021.
Corinne Dedik es investigadora senior del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), especializada en temas de privación de libertad y sistemas penitenciarios. Tiene una licenciatura en Ciencias Jurídicas y un postgrado en Derecho Penitenciario y Ejecución de Condenas. Además, ha realizado diversos estudios y recomendaciones sobre temas relacionados con el sistema carcelario guatemalteco. También ha participado con el Ministerio de Gobernación en la implementación del Nuevo Modelo de Gestión Penitenciario, como parte de una reforma penitenciaria.